martes, 24 de noviembre de 2015

Ni buenista ni malote / Paso página

Hola, buenas.
Estos han sido días muy intensos.
 
Sin rebobinar demasiado, me voy al jueves 12. Un atentado de ISIS en Beirut, la capital de Líbano, siega decenas de vidas. No me enteré en su momento de aquel atentado, cosa rara en mí, seguramente porque volvería cansado de las prácticas y me iría a la cama pronto sin ver las noticias. No sé si miré Facebook aquel día, pero no me suena haber visto ninguna mención de ese atentado por ahí. Creo que, en general, pasó inadvertido.

El viernes 13, en medio de la noche, me entero por mi madre, que está siguiendo las noticias en el canal 24 horas, de otro más cercano: París. Y me estremece. "Esa ha caído cerca", ya sabéis. No soy menos sensible porque me conmueva y asuste más lo cercano; simplemente, no tengo una conexión espiritual con todo el mundo alrededor del mundo, ni ellos conmigo. (Inciso: mi foto de perfil en Facebook, un globo terráqueo, es irónica: cuando la puse, era una respuesta a esas personas que criticaban a los que tenían la bandera francesa y decían que ellos no podían ponerse todas las banderas que quisieran porque no les caben; demuestro con mi foto de perfil que la solución era bien sencilla).
 
Los días siguientes, sábado 14 y domingo 15, también tenía prácticas. Lo poco que entré en Facebook el sábado me ofreció la estampa natural: duelo por nuestros vecinos. 
Pero el domingo, se había extendido una visión más intelectual, menos emotiva: vi mapas del mundo que mostraban las zonas que nos importan más y las que menos, lo cual me pareció una denuncia serena y equilibrada; fotos del atentado en una universidad keniata en abril perpetrado por Al Sabah como si fueran recientes (y como coincidió en su día más o menos con lo de Charlie Hebdó, no habían tenido ni que cambiar el rótulo que mencionaba París), que eran claramente un montaje porque presentaban como reciente el hecho; y además, entre otras cosas, carteles que llamaban hipócritas a los que se dolían por París, porque no lo hacían a la vez en ese momento por el resto del mundo. Señores: hipócrita es el que dice una cosa y siente otra. Creo que los que se dolían por París no lo eran, sino que lo sentían de veras.
Y no se nos puede acusar, porque yo también me dolí por París, de ignorar al resto del mundo. Simplemente, era cuestión del momento. Porque yo también compartí lo de Kenia pero cuando sucedió, en abril; las personas que las compartieron ahora, demuestran que no se enteraron entonces o mala fe.
Del lunes 16 en adelante, me dediqué a defender mi postura en Facebook. Me parecía feo que hubieran reventado el luto por París insultando y manipulando. Lidié con críticas destructivas que nos consideraban a los ciudadanos occidentales co-responsables de los atentados porque acusaban a nuestros gobiernos de haber financiado a ISIS. Aceptando la mala praxis de nuestros gobiernos, cuestioné esas visiones porque me parecía que no ayudaban ni ofrecían alternativas.
Compartí y recomendé aquel mismo lunes el siguiente comentario de alguien a quien no conozco, que encontré en Facebook y que encuentro muy acertado. El autor se llama Esteban Seimandi y lo cito a continuación:


"¿Por qué es lícito compadecerse de los muertos de París, aún cuando en otros lugares del mundo hay muertes igualmente injustas? Por empatía. Y la empatía es caprichosa, selectiva y humana. Todos los días hay muertes injustas, a cada minuto, en todo el mundo. Simplemente no podemos compadecernos y sentir cada muerte, cada asesinato, cada injusticia. No lo toleraríamos. Así como le damos unos pesos a un chiquito o a un ciego y un segundo después ignoramos a un viejo moribundo. No nos compadecemos de todo porque también tenemos que reírnos, ser idiotas, concentrados, laburantes, enamorados, borrachos. Y no hay tiempo para todo. Y nos conmovemos por lo que nos toca más de cerca. ¿Alguien conoce el nombre de la segunda ciudad más importante de Siria o de Nigeria? ¿El nombre del barrio más importante de la capital de Libia? París está cerca. En nuestra mente. Es todo torre Eiffel, barrio latino y Marais. Es Notre Dame y el Louvre. Lo conocemos. Yo tengo gente querida en estos momentos en París. Y tengo algunos de los más lindos recuerdos con mi mujer en nuestro primer viaje juntos. Entonces es lógico que un atentado allí me recuerde que vamos a morir, que alguien querido pudo haber muerto o que un lugar que estaba en la región de mis fantasías hoy pueda estallar en el medio de demasiada realidad. Por eso digo algo de París y no de otras masacres, seguro igual de graves. Conmovernos por todo es imposible. Es hipócrita. Es inhumano. No creo que nadie esté informándose de cada desgracia del mundo solo para poner en su Facebook "mis condolencias con la gente de Myanmar (o Clorinda o Iowa)". Si alguien lo hace, simplemente no lo creo. Y, peor aún, si alguien dice: "A los que ponen un grito en el cielo por lo que pasó en París, por qué no dicen nada de lo que sucedió ayer en Libia (o Siria o Formosa)" en esos casos, sospecho mala leche. Es burlarse del momento de compasión de alguien. Está diciéndole a alguien emocionado que es un hipócrita. Porque siento que tiran un argumento que tampoco los conmueve y lo usan solo por el hecho de pinchar a alguien en un momento de emoción. Pero bueno, es lo que siento. En un rato, seguramente, estaré leyendo una revista boba, totalmente abstraído del hecho de que alguien está muriendo en la otra punta del mundo. Soy así. Un ser humano".
 
Pero todo este extenso artículo mío empezaba por Beirut. Gracias a la corriente multisolidaria global (que también podría llamar criticona), producto de la mala fe de unos pocos, la mala conciencia y la buena intención de la mayoría y el efecto moda, me enteré por fin de lo de Beirut. Y vuelvo a admitir que se me pasó inadvertido en su momento. Lo llamativo es que el martes 17, los multisolidarios no compartieron que Rusia confirmó que lo del avión ruso sobre el Sinaí fue un atentado; el miércoles 18, me enteré por la tele de que Boko Haram acababa de segar decenas de vidas en Nigeria, pero tampoco vi menciones en Facebook; y el viernes con lo del hotel de Mali, ya me quedó claro que casi nadie se iba a doler, que la multisolidaridad había sido, en la mayoría de los casos, una moda pretenciosa y pasajera.
 
Estos días he leído mucho más de lo que he escrito. Artículos, entrevistas y reportajes buenísimos, y otros no tanto, que defendían distintos puntos de vista. Y he llegado a mis propias conclusiones.
Gracias a mis lecturas, me he acercado incluso a los habitantes de Raqqa, y sigo queriendo librarlos de ISIS, pero claro, ahora que los siento más cercanos, me aterra que les caiga un bombazo encima.
Enlazo aquí el reportaje:
 
 
Leer este reportaje sobre quienes viven en Raqqa bajo el terror del ISIS me ha reforzado en mi cambio de postura sobre los bombardeos. Como es lógico, no quiero que les caiga a estas personas inocentes encima una bomba. París, Raqqa, Beirut, etc., tienen en común que han sufrido y sufren el terror del ISIS. Frente a ese monstruo, algo hay que hacer, y agradezco que en la escena pública, Pablo Iglesias haya propuesto una alternativa eficaz a los bombardeos: un bloqueo (que también tendría secuelas para gente inocente por el desbastecimiento, pero sería menos mortífero que los actuales bombardeos). Criticar sin más los bombardeos sin proponer alternativas es lo fácil, a nadie nos gusta el concepto de guerra. La protagonista del reportaje lamenta la pasividad internacional al principio del conflicto y cómo se dejó crecer al ISIS y pide que intervengamos, que no les dejemos solos, y creo que debemos ayudarles, no desentendernos, y hay que buscar otras maneras de hacerlo porque tirarles una bomba encima, está claro que no ayuda. Pero mirar hacia otro lado, tampoco.
 
Antes de eso, los periodistas John Carlin e Iñaki Gabilondo
(pinchen en sus nombres para ver el artículo del primero y el vídeo del segundo)
me recordaron que tampoco se puede ser ingenuo en política internacional. Es muy fácil y natural sentir el rechazo a "la" guerra, es un término que es oírlo y a muchos nos sale el "no" instintivo, pero algo hay que hacer. Antes de que Francia bombardeara Raqqa el domingo 15, Rusia llevaba semanas machacando al ISIS, y nadie lo criticaba en Facebook. A mí me daba tanto miedo y me provocaba tanto rechazo este grupo que tampoco era consciente de las muertes de civiles que llevaban aparejados los bombardeos contra él. Pero como ya he dicho, a base de tanta información, he cambiado de postura. Es decir, paradójicamente, estoy más a favor de otras soluciones, de buscar alternativas, que antes de París. En aquellos días en que la mayoría vivían en una burbuja que explotó el pasado viernes 13. 

Estos días me han dolido los enfrentamientos estériles y por eso quiero contribuir con este post al debate sosegado. Quiero distanciarme de todo lo que no me ha gustado: la islamofobía de algunos (afortunadamente, pocos), la manipulación de otros pocos (aunque haya arrastrado a tantos como repetidores por el efecto dominó de las redes sociales), la ingenuidad de la gran mayoría de la gente de izquierdas, con su ansia de distanciarse a toda costa del poder y de ser alternativa como sea; el cierre de filas de la derecha; el sectarismo de unos y otros, obligando a tomar posiciones radicales a los demás; el bombardeo masivo en las televisiones sobre París que me perdí el primer fin de semana porque estuve de prácticas, pero que intuyo que fue uno de los factores que provocaron la reacción contraria que vi el domingo 15; y mis propios fallos: el que me pasara desapercibido lo de Beirut, mi apoyo a los bombardeos desde antes de París, que he cambiado por la búsqueda de otras intervenciones, etc., pero sobre todo, quiero pasar página, buscarme otra cosa que hacer con todo el tiempo libre que tengo ahora (por cierto, terminé las prácticas y me han pedido que vaya a currar en el mismo sitio tres días a principios de diciembre), ir a cuidar mañana a mi sobrina sin que todo esto me preocupe, en definitiva, seguir con mi vida. Aunque tenga que ser ajeno la mayor parte del tiempo a lo que pasa en el mundo. Como cualquiera.

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