jueves, 12 de enero de 2017

Alguien

Tú vales más que eso.
Más que ese curro.
Más que esa persona que pasa de ti.
Más que ese cigarro, esa copa, ese polvo, esa pastilla.
Más que el otro polvo también.
Más que cualquier creencia o religión.
Más que todo lo que admiras.
Más que todo lo que tienes y lo que te falta.
Y, aunque lo sepas, se te olvida demasiado a menudo.
Coleccionamos y nos coleccionan.
Nos entregamos hasta quedarnos vacíos y atesoramos hasta volvernos esclavos.
Porque nos decimos unos a otros que algo tenemos que hacer con nuestras vidas.
¿Tenemos? ¿Es una obligación?
Tu libertad sólo debería terminar donde empieza la de los demás.
Y, sin embargo, dependes.
Dependes incluso de ti mismx.
De tu propio concepto de ti.
"Yo soy...". Una profesión, una tribu, una categoría, una etiqueta, ¡una mierda!

E incluso esa mierda de fórmula de "he conocido a alguien". "Especial", para más señas. Puede casar mejor o peor contigo, puede gustarte más o menos, pero todo lo que tiene esa persona de maravilloso emana de la misma fuente que nos hace grandes a todos.

La canción que sigue debajo de estas líneas mías, el tema "Alguien"  de la extinta banda madrileña 995, es una de mis favoritas. Defiende la opción de plantarse ante las exigencias sociales que prácticamente nos cosifican ("No soy vuestro producto/ Soy Nada/ No me falta nada"), el ser alguien frente al ser "algo" (en la vida), pero también la de poder cambiar y abrirse paso, reinventarse.

Tengo un gran amigo que me dice que ya soy, que es suficiente, que no tengo nada que mejorar. Cuando miro hacia atrás, me dice que, si el resultado soy yo, bendito sea lo que haya pasado.

Porque, por si no habías caído, consejos doy que para mí no tengo.  Porque a mí también me aquejan esas zozobras respecto a la identidad y a la satisfacción que son males endémicos de nuestra sociedad. Si he escrito esto es porque yo también necesito recordármelo de vez en cuando, antes de emprender cualquier viaje, para recordar que, te lleve a donde te lleve, tú estás ahí.

No necesitas demostrar nada. No requieres ningún talento especial. No te hace falta destacar en nada.

El pasado verano, me hicieron un gran regalo. El libro "Siempre estoy bien", de Rakel Jun Love. La autora falleció el pasado 11 de diciembre. Esas tres palabras que dan título a su libro son un síntesis perfecta. Resulta un planteamiento radical, ¿que no? Desde una perspectiva mezquina occidental, parece una mera técnica de marketing del enésimo tratado de autoayuda. Pero qué va. La obra se compone de una serie de técnicas para encontrar ese reducto de bienestar que siempre está dentro de nosotros, por muy mala que sea nuestra situación.

Sin hacer de menos a nadie, me he permitido recordarle a ella, con quien, sin embargo, no tuve mucho trato. Y a mi gran amigo que me recuerda que yo también, a mi manera, valgo mucho, como tú que lees estas líneas a la tuya.

Acabo de colgar un cartel en Facebook que dice que hay personas mágicas, pero yo no creo en la magia. Lo que me gustaría es creer en mí de la misma manera que creo en ti.

Porque tú vales más que todo eso.


Y ahora, ya, por fin, os dejo con la canción, y de paso me piro a la calle, a interactuar, respirar y todo eso.

Toma spoiler

Estaba escribiendo esto en Facebook, pero es demasiado largo para esa red.
Resulta que ayer saqué Demian, la novela de Herman Hesse, en una conversación. La leí hacia el cambio de siglo y de milenio, más o menos, cuando era una chaval de apenas 20 años. Mi interlocutora había leído Siddaharta, del mismo autor, pero no Demian. Describí Demian como una historia de aprendizaje en la que el protagonista pasa por diversas fases, a las que va renunciando, antes de descubrir el sentido de la vida.
Y luego, al rato largo tras esa charla, pensé: "Qué hostias".
Porque:
1.- La vida en sí misma no tiene sentido, más allá del que cada uno quiera darle. Si yo tuviera que darle uno, sería su carácter temporal, nuestra mortalidad.
(Mi interlocutora de ayer se lo ha encontrado en el amor al prójimo, que no está mal, tampoco).
2.- Hay fases de esas que abandona el protagonista, como la romántica o la de andar de bares con los amigos, que nos acompañan a algunos toda o casi toda la vida. Soy el menos indicado, en ese sentido, para mencionar ese libro.
3.- Mencionar el propio libro supone incurrir en la nostalgia de una de las fases que abandona el protagonista (que, por cierto, no se llama Demian): la de buscar y rebuscar en textos el sentido que no encontramos a nuestras vidas (me da igual si son carteles de Facebook o tomos de una librería).

Conclusión: disfruten lo que puedan como les dé la real gana. Aunque tampoco soy indicado para decir esto porque en vez de estar escribiendo obviedades, debería de aplicarme en construir más y disfrutar menos, estúpido propósito que llevo haciéndome ya tiempo y que debe ser para compensar algún estúpido sentimiento de culpa por disfrutar tanto que me hace pensar que mi gozo no es sostenible.