jueves, 12 de enero de 2017

Toma spoiler

Estaba escribiendo esto en Facebook, pero es demasiado largo para esa red.
Resulta que ayer saqué Demian, la novela de Herman Hesse, en una conversación. La leí hacia el cambio de siglo y de milenio, más o menos, cuando era una chaval de apenas 20 años. Mi interlocutora había leído Siddaharta, del mismo autor, pero no Demian. Describí Demian como una historia de aprendizaje en la que el protagonista pasa por diversas fases, a las que va renunciando, antes de descubrir el sentido de la vida.
Y luego, al rato largo tras esa charla, pensé: "Qué hostias".
Porque:
1.- La vida en sí misma no tiene sentido, más allá del que cada uno quiera darle. Si yo tuviera que darle uno, sería su carácter temporal, nuestra mortalidad.
(Mi interlocutora de ayer se lo ha encontrado en el amor al prójimo, que no está mal, tampoco).
2.- Hay fases de esas que abandona el protagonista, como la romántica o la de andar de bares con los amigos, que nos acompañan a algunos toda o casi toda la vida. Soy el menos indicado, en ese sentido, para mencionar ese libro.
3.- Mencionar el propio libro supone incurrir en la nostalgia de una de las fases que abandona el protagonista (que, por cierto, no se llama Demian): la de buscar y rebuscar en textos el sentido que no encontramos a nuestras vidas (me da igual si son carteles de Facebook o tomos de una librería).

Conclusión: disfruten lo que puedan como les dé la real gana. Aunque tampoco soy indicado para decir esto porque en vez de estar escribiendo obviedades, debería de aplicarme en construir más y disfrutar menos, estúpido propósito que llevo haciéndome ya tiempo y que debe ser para compensar algún estúpido sentimiento de culpa por disfrutar tanto que me hace pensar que mi gozo no es sostenible.


No hay comentarios: