Locuaz. Enrollado. Cuenta su vida sin venir al caso. Pregunta, en el estanco donde me lo he encontrado, por la marca de tabaco más barata. Rebusca en sus bolsillos, junta las monedas y las cuenta. "Por no pedir a la gente", dice. Tiene la mirada perdida pero no pierde un amago de sonrisa. Sobre el mostrador, currículos guardados en una carpeta de plástico.
Posiblemente el tabaco sea lo último que le quede. Atrás quedan pareja, ilusiones y el sueño de una vida mejor.
Pero no está 'parado', este desemplado sigue adelante. "Ánimo", le digo para mis adentros. Él sale por la puerta y yo, en parecida situación pero menos acuciado, pido lo mío. De liar, es más barato. Y mientras escribo estas líneas me doy cuenta de que me queda mucho más que el tabaco, tengo por delante toda una vida que acorto a cada calada.
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